Radio La Negra te invita a escuchar:
_ 3° Encuentro 2024 - Cultura y Socialismo: Poesía y Política _.POESÍA Y POLÍTICA
La exageración: consuelo de los desesperados.
De las relaciones posibles entre el capitalismo y la cultura (para el caso que nos convoca, la poesía), la izquierda se caracteriza por oponer ambos términos. Pero hay dos maneras de establecer esa oposición.
Una manera es bidireccional: «el capital se opone siempre a la cultura y la cultura se opone siempre al capital». Desde ese punto de vista, la hostilidad entre cultura y capital garantizaría, por un lado, que el capitalismo impida o estrangule todo desarrollo cultural (los últimos 300 años parecen negar ese estrangulamiento) y, por otro lado, que todo evento cultural o creación artística infligiría algún daño o herida al capitalismo. Esta manera de interpretar la oposición entre capital y cultura es propia de un sector social ligado (en su reproducción material) a esa cultura. Un sector que se ve acorralado en este momento y que es incapaz de construir o adoptar una perspectiva de futuro.
La segunda manera de considerar la oposición entre el capitalismo y la cultura es la que asumimos como socialistas: el capitalismo es hostil a la cultura en los modos y en la medida en que no le sirven a la acumulación. Y en la medida que esa oposición sucede (no siempre ni en todos los estratos y geografías), la cultura y el arte son absolutamente impotentes por sí solos para defenderse. Como dice Juan Gelman, «ningún endecasílabo derribó hasta ahora a ningún dictador».
Cuando el capitalismo se empantana y nos embrutece, demuele las condiciones para la producción de arte y cultura. Y demuele también las condiciones para el disfrute de esos productos: la educación del conjunto de la población. No hay hecho ni actividad cultural que pueda corregir esa deriva hacia el embrutecimiento, porque su causa se hunde en las condiciones de la reproducción social, no en la abundancia o en la ausencia de la producción de belleza.
Pensamos que la mala adjudicación de potencias puede dañar ambas tareas, generando una cultura torpe y una política tramposa.